Encuentro con el escritor Ignacio del Valle, viernes 15 de junio, a las 19.30h. en la sala MAC, Santa Cruz.
Ignacio de Valle comprendió muy pronto que para ganarse la vida con la literatura había que estar en Madrid, por eso dejó su Oviedo natal (pequeña y acomodada, encerrada por montañas, alejada del centro, cuántas similitudes con Santa Cruz) y se marchó a vivir a la capital, a la capital a la que todo el mundo va y en donde sucede todo. Nunca le he preguntado cómo se ganan más de cuarenta concursos literarios (pero se lo preguntaré este viernes), supongo que la respuesta tendrá algo que ver con la pasión por la literatura. Me lo presentó Jorge Eduardo Benavides una noche en un acto cultural en Madrid, «me ha dicho Jorge que ayer presentaste tu segunda novela, si quieres presentarla en Oviedo cuenta conmigo» —fue lo primero que me dijo—, yo respondí dubitativo y no lo volví a ver en toda la velada. Un par de meses más tarde cenábamos en un restaurante ovetense tras la presentación, y fue ahí dónde lo empecé a conocer, en una noche etílica de magnífica charla. Cuando vi la muy correcta película «Silencio en la nieve», la adaptación de su novela «El tiempo de los emperadores extraños» pensé que la principal diferencia entre película y libro era que en la peli no se apreciaba bien la principal característica del personaje, Arturo Andrade, en la película Andrade es un investigador eficaz, en el libro es, sobre todo, un tipo inteligente. Supongo que a un personaje inteligente sólo lo puede crear un escritor inteligente. Ignacio del Valle acaba de superar los cuarenta años y tiene seis novelas publicadas (Plaza y Janés, Alfaguara, Espasa o Algaida sus editoriales), una de las razones por las que yo escribo es para tener opinión de determinados temas e Ignacio la tiene de muchos, cuando hablas con él sorprende la cantidad de frases contundentes que utiliza («siempre es más fácil vivir con una mentira que enfrentarse a la verdad», leo en su última novela), son frases nunca azarosas ni retóricas, sino fruto, imagino, del oficio de escritor, y de lector, un pensamiento cincelado a base de innumerables lecturas; admira a los norteamericanos, y en sus momentos de debilidad piensa si acaso es posible escribir algo después de Roth, Updike, Shelter, McCarthy o Fitzgerald. Ignacio del Valle es un hombre feliz, eso del artista amargado, del sufrimiento como principal razón para la creatividad, le repele. Se mueve en muchos ambientes y se rodea de gente de todos sitios, no es nada sectario con la literatura y está abierto a todo y de todo absorbe. Piensa que recortar en cultura es una insensatez, «que la cultura es como las raíces de esos matorrales que evitan que se desplome toda una montaña». Cuando aparecen las primeras críticas de sus novelas en Francia publica en Facebook la conversación con su madre: «mamá, que en Francia dicen que soy un genio», «¿genio? —responde la santa madre—, si los franceses te vieran la nevera, cuando vengas ni se te ocurra olvidarte de los túper». Ignacio del Valle es un tipo que vale la pena conocer, este viernes 15, a las 19.30 en la sala MAC, tendremos la oportunidad de hacerlo.