He releído La mancha humana, de Philip Roth, últimamente disfruto más releyendo las novelas que me gustaron que leyendo novelas nuevas, y La mancha humana es uno de esos libros imprescindibles para mí, Coleman Silk, su protagonista, sabe que para las personas convencionales para quienes todo está preconcebido y son rígidamente inalterables, lo que él estaba haciendo nunca les parecerá correcto. Las personas como Silk, las que toman decisiones tan transcendentes del tipo de las que tomó Silk (“ese grandísimo individualista, que huye de la tiranía del nosotros, de todo lo que el nosotros quiere volcarte encima“), o las personas a las que le toca vivir experiencias como las que vive Faunia, o incluso Les Farley, ya no pueden mirar al mundo con ojos convencionales. La pacata sociedad de Estados Unidos está horrorizada porque una becaria le ha comido la polla a un hombre en su despacho, un hombre que es el presidente del país, en la mojigata universidad de Athena todos dan la espalda (qué bueno el odioso personaje de Delphine Roux) a otro hombre por un ataque de puritanismo. Es un mundo de idiotas, en este mundo de hipócritas, de falsas verdades y de lo políticamente correcto, Philip Roth ataca la moralina americana, la ametralla como todas las moralinas se merecen, Philip Roth saca a la luz unos personajes memorables a los que no les quedan más huevos que vivir en el filo de la navaja, y los enfrenta a las ideas preconcebidas, a la gran cagada de la estupidez y la intolerancia. Yo estoy aquí, yo soy este, tengo 72 tacos, la Viagra me la vuelve a poner dura, y me quedan muchos años por delante; pago las consecuencias de mis decisiones del pasado y comparto mi vida con quien me da la gana, no vengas a joderme. La mentira, el coraje, la necesidad y el fracaso (pone en la contraportada); de fondo, la historia americana: Vietnam (magnífico el pasaje de los veteranos de guerra en el restaurante chino), las razas, la lucha por construirse a sí mismo. La mancha humana nos enfrenta de bruces con la vida, y leyéndola, y disfrutándola, y entendiéndola, nos ubicamos mejor en este jodido y fascinante mundo.