¿Mundos opuestos, incomprensibles?

opuestos-incomprensiblesO al menos esa es la sensación que me invade al leer seguidas estas dos novelas opuestas, de mundos incomprensibles: “La Carne”, de Rosa Montero; y “Los caballos de Dios”, de Mahi Binebine.
“La carne” habla principalmente de la soledad, de la necesidad de amor de aquellas (y aquellos) que no lo consiguen, del patriarcado y de la sumisión de la mujer; y sobre todo, La carne es la tiranía del cuerpo cuando se pierde la juventud, cuando se intenta por todos los medios agarrarse a ella, en ese obligatorio, casi patético querer, de aparentar diez años menos; de pretender gustar, de necesitar gustar, de precisar encontrar a alguien para no estar sola (para no estar solo). La novela de Rosa Montero se lee bien, está llena de reflexiones interesantes sobre estas cuestiones (aunque a mi juicio pierde un poco en el último tercio, cuando la necesidad de desarrollar el argumento quizás la haga caer un poco en lo melodramático). El ensayista Gilles Lipoveteski hablaría de “La carne” como del vacío contemporáneo, esa sensación de no encontrar tu sitio en el mundo, de vida incompleta, de una permanente ansiedad vital… pese a la opulencia económica de la clase media…

 

Porque nuestra clase media, es la opulencia para los chicos de conforman “Los caballos de Dios” en la novela de Mahi Binenine; los niños que viven en un barrio de chabolas en Casablanca, donde la vida no vale nada, donde reina la ley del más fuerte, donde la falta de perspectivas te condena a la droga, al alcohol, a buscar formas de evadirse, a la desesperanza. “Los caballos de Dios” es un relato terriblemente crudo, muy bien escrito, sobre una tristísima realidad que está ahí, tan cerca, que desconocemos. Una estupenda novela. Cuando a ese grupo de muchachos les prometen alcanzar el paraíso, ¿cómo van a rechazarlo? Entonces comenten los atentados yihadistas de Casablanca, contra un mundo y unas personas que han aprendido a detestar, que les han enseñado a detestar, y que podrían perfectamente ser los protagonistas de La carne.

 

Y si la pregunta es: ¿cómo es posible que en el mundo que retrata de “La carne” se puedan tener ese tipo de preocupaciones existiendo ese otro mundo que retrata “Los caballo de Dios”? Y si la pregunta es esa, la otra es la siguiente: ¿acaso es este paralelismo válido? ¿No son los problemas de una realidad intrínsecos a esa realidad, y los de otra realidad intrínsecos a esa otra? No lo sé, pero en cualquier caso ronda en mi cabeza, casi de manera irracional, sin profundizar mucho más en este amago de reflexión, esa frase que leí en el ensayo Éxodo, inmigrantes, emigrantes y países“, de Paul Collier (un ensayo sobre una realidad que condicionará nuestras vidas en el futuro): la cada vez mayor falta de empatía entre la gente rica y la gente pobre.
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