Pepe Naranjo, y la África del día a día

En octubre de 2011 una mochila, quinientos euros en el bolsillo, un billete tan solo de ida a Dakar y por delante toda la ilusión y toda la incertidumbre… Pepe Naranjo había decidido abandonar su vida en Las Palmas para perseguir un sueño, realizar periodismo en África, contarnos lo que está sucediendo en ese continente que tanto se desconoce. Pepe era uno de los pocos que pensábamos (y lo hacemos todavía) que es una osadía vivir en Canarias y no conocer la realidad de lo que allí sucede. Yo admiro profundamente a las personas que toman una decisión como la que tomó él, que entre pasión-incertidumbre versus seguridad, se deciden por lo primero. Bravo, valientes, saliendo de zonas de confort, persiguiendo sus sueños, sentirse vivos, el triunfo es la plenitud y si hubiera fracaso (o más que fracaso, que no se consiguieran los objetivos), al menos se produjo el intento, no quedará como lo que siempre quisimos hacer y nunca nos atrevimos, ese fantasma que siempre vuelve.

 

¿Qué es lo que tienen las personas que actúan así? ¿Es algo en el ADN? ¿Un gen especial? ¿Una experiencia vital similar que les genera unas necesidades que lo conducen a tomar determinadas decisiones? Naranjo nos cuenta en una de sus crónicas la expedición del explorador escocés Mungo Park que allá por 1795 se propuso descubrir el curso del río Niger: empezó remontando el río Gambia, pasó meses como esclavo, se perdió en el desierto, sufrió fiebres, malarias, emboscadas, de los treinta y cinco soldados con los que partió solo resistían cuatro a mitad del trayecto. Aun así decidió continuar fabricándose una pinaza para surcar el río, en donde acabó muriendo ahogado 1.600 kilómetros más adelante, en la tierra de los hausas en la actual Nigeria. Naranjo, que no es un explorador sino un observador, un contador de lo que sucede, un periodista, ha recorrido prácticamente toda África Occidental y más allá, cubrió la crisis del ébola en Guinea, Liberia, Sierra Leona y el Congo; la guerra de Mali, el conflicto de Boko Haram en Nigeria… ¿Qué comparten Park y Naranjo? ¿Cómo se llama ese gen?

 

Fruto de aquella decisión tomada en 2011 nace ahora un apasionante trabajo periodístico-narrativo: “El río que desafía al desierto”, un estupendo, a veces entrañable, y sobre todo valiente libro de crónicas en el que Naranjo nos muestra el latido del continente, y que ha sido reconocido con el primer premio Saliou Traoré de periodismo español sobre África (publicado por la admirable Azulia, que promueve José Luis González Ruano). Saliou, corresponsal de la agencia EFE para África Occidental era un excelente profesional y un buen amigo, un orgullo que se reconozca su labor con este premio en España tras su reciente fallecimiento. Al igual que sucedió con Amadou Ndoye, el fantástico y sabio profesor de español de la Universidad Cheick Anta Diop de Dakar que tanta relación tuvo con Canarias. La Universidad de La Laguna también ha dado su nombre a un premio de relatos escritos por africanos en español que ya va por la tercera edición. Saliou Traoré y Amadou Ndoye reflejaban en su carácter la sabiduría, la humildad y la generosidad que atesoran tantos africanos y que es una de las razones que nos conduce a muchos a enamorarnos del continente. Magnífico por tanto que a los dos se les reconozca en España y en Canarias con dos premios que llevan sus nombres.

 

En la literatura periodística sobre África hay un libro clave al que siempre se acude como referencia, Ebano, de Ryszard Kapuscinski, yo lo leí en 2007, es una lectura impresionante y un libro que merece todo lo que se ha dicho sobre él, pero a mí, al mismo tiempo que apreciaba su interesantísimo trabajo, me dejaba un regusto amargo. Quizás no supe captar bien su esencia cuando lo reseñé, o tal vez debería volverlo a leer a ver si obtengo las mismas impresiones. Revisando aquella reseña mientras preparo este texto había dos cuestiones que me habían producido cierto desasosiego: una, tenía la impresión de que en algunos casos, que no en todos, Kapuscinski utilizaba a los personajes que encontraba por el camino para contar su historia propia, la del periodista y su viaje, y no la historia del personaje en cuestión (por polemizar un poco: ¿el viejo debate del fotógrafo más interesado en sacar la foto tremendista que en el personaje que retrata?) Y también critiqué la excesiva visión negativa que ofrecía del continente, quizás no tuve en cuenta que los años en los que escribió esa obra no son los mismos que ahora, rescato una de las frases que escribí hace doce años: “Lástima que los medios de comunicación sólo nos transmitan esa imagen de África, la que nos describe Kapuscinski en Ébano, sacando a relucir toda la mierda de África: guerras, mutilaciones, despojos, desesperación, huérfanos, sequía, ratas, cucarachas, barro, socavones, chabolas, corrupción, basura, malaria”.

 

En todo caso, esté yo equivocado o no, no aprecio nada de eso en la obra de Naranjo, por supuesto que no huye de las durísima realidad, por ejemplo, cuando nos habla de todo el hambre y la miseria que uno está dispuesto a soportar en el interior de Niger, camino de Diffa, cuando va al encuentro de Boko Haram; o de la destrucción social en Gao (Mali) tras la invasión de los yijadhistas, donde ya nadie se fía de nadie. Pero no es esa la única visión que nos ofrece, sus crónicas, auténticamente honestas, están centradas en los personajes, Naranjo nos muestra cómo es su latido, contándonos sus verdaderas historias, con sus dificultades, con sus preocupaciones, con sus esperanzas, con sus implicaciones sociales, con su instinto de supervivencia, con sus pequeñas derrotas y victorias cotidianas, como el vendedor de periódicos que lleva 18 años exactamente en el mismo lugar desde las seis de la mañana hasta las seis de la tarde, o los niños de la calle que escaparon de la miseria convirtiéndose en equilibristas y payasos en un circo local (impresionante historia esta, por cierto). El título del libro, El río que desafía al desierto, y que se refiere al curso del Níger, acaso pudiera ser una metáfora de todos los personajes que retrata.

 

Y también me ha gustado el lenguaje. De hecho, creo que es la obra más literaria de Naranjo, ya no solo un periodista sino también un escritor (si podemos hacer la diferencia). “El viejo Doudou ni sabe cuántos hijos tuvo con cada una de sus tres esposas. Espera que te digo, dice mientras empieza a contar con los dedos”. O cuando cuenta la historia del sastre de Dakar que guiñaba un ojo a modo de pespunte, o hacía una afirmación seria como si estuviera a punto de enhebrar una aguja. Detalles literarios que abundan en sus páginas enriqueciendo el texto, y por supuesto, la historia que se cuenta.

 

África, pasión, libertad, plenitud, aventura, sin miedos, el mundo, decisión, valentía, singularidad, escritura, comprender, empatía, contar, ya lo he dicho otras veces, para mí los héroes no tienen el nombre de futbolistas, sino el de personas como Pepe Naranjo.

 

pepe naranjo

 

Fotos: Con Pepe Naranjo, presentación en EQUIPO PARA, Santa Cruz de Tenerife, 21 de noviembre de 2019.

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