¿Por qué hay países empobrecidos?

En 2008 leí con mucho interés el Club de la Miseria, qué es lo que falla en los países más pobres de mundo. Me pareció un ensayo fundamental. Lo he querido volver a leer ocho años más tarde, a ver si me sigue dejando las mismas sensaciones…
Paul Collier empieza argumentando que de los 6 mil millones de habitantes que había en el mundo por entonces, 5 mil millones ya eran prósperos, y que mil millones estaban estancados en la miseria (el 70% de ellos en África). Y que el mundo del siglo XXI, cada vez más interdependiente, cada vez sería también más vulnerable antes estas grandes bolsas de caos económico y social.

 

Mientras que una gran parte de los países en desarrollo se dirige hacia la prosperidad, Collier identifica otros que se dirigen a un agujero negro. 58 países en total, todos tienen un denominador común: su reducido tamaño. Y todos conviven con alguna de las que denomina, las trampas de la miseria.

 

La trampa del conflicto, en los países de renta baja, de crecimiento lento y dependencia de recursos naturales es mucho más probable que estalle una guerra civil, un golpe de Estado.
La trampa de los recursos naturales, las exportaciones del recurso natural provocan que la moneda local se aprecie, lo que resta competitividad a las demás exportaciones (el denominado “mal holandés”). El problema básico es cómo se gobiernan esas rentas provenientes de un recurso natural. Collier argumenta que esos ingresos impiden que los gobiernos del club de la miseria funcionen bien. Allí donde no hay ingresos procedentes de los recursos naturales, las democracias ganan a las autocracias, allí donde sí hay ingresos procedentes de los recursos naturales, las autocracias ganan a las democracias. ¿Por qué ocurre esto? El autor desarrolla sus razones: por la diversidad étnica, por el clientelismo, por la falta de controles, por la falta de libertad de prensa. Allí donde hay controles y no se pueden ejercer políticas clientelares la política atrae a los interesados en proveer servicios públicos. Allí donde el clientelismo es viable, la política atrae a los sinvergüenzas. Por tanto, la necesidad de establecer controles, si hay un elemento importante de control, ese es la prensa libre.
La trampa del aislamiento, países sin salida al mar y con malos vecinos: cuando los vecinos son un obstáculo. En Europa, cuando un país costero crece un 1% su vecino sin salida al mar lo hace en un 0,7% (las externalidades que estudiamos en la carrera de económicas). En África no sucede así, si un país con salida al mar crece un 1% no tiene ninguna repercusión en sus vecinos, porque los países africanos no están interconectados. Por tanto, los vecinos son un tapón.
La trampa del mal gobierno de un país pequeño: los líderes de muchos de los países más pobres del mundo se encuentran entre los individuos más ricos del mundo. Les interesan que las cosas sigan como están, manteniendo a sus ciudadanos analfabetos y desinformados. Muchos políticos y altos funcionarios de los países del club de la miseria son unos maleantes. Países donde además hay escasez crónica de personas con los conocimientos necesarios.

 

Una vez identificadas las causas de los Estados fallidos, Collier recomienda políticas para proceder al viraje. El tiempo medio que se tarda en dejar atrás la condición de Estado fallido: 59 años. Y un tema clave, la población; países con más población, más posibilidades de salir adelante.

 

Entre las políticas que hay que adoptar el autor analiza múltiples variables, la brecha salarial y la capacidad de atraer aglomeraciones económicas como sucedió con los países asiáticos. La diversificación de las exportaciones. La necesidad de atraer capital privado y la fuga de capitales (en 1990 el 38% del capital africano estaba en el extranjero). La emigración: lo que se gana con ella pero también lo que se pierde (la visión de la emigración desde el punto de vista de los que se quedan atrás que desarrolla en su reciente y magnífico ensayo, Éxodo). También analiza la intervención militar, la creación de nuevas leyes y normativas, la corrupción cómplice de las empresas, la transparencia presupuestaria, la política comercial, las aduanas, la ayuda internacional. ¿Son el comercio justo y la integración regional soluciones? ¿Debe de cambiar la OMC?

 

Y también habla de la necesidad de los líderes, de personas capaces de impulsar cambios valientes que permitan avanzar, que no caigan en la tentación de mantener el status quo en sus países. ¡Qué importante! ¡Los buenos líderes!

 

Si te interesa todo esto debes leer a Collier, cada uno de esos aspectos aquí expuestos (y otros tantos que no he nombrado) los analiza con detalle. Por citar tan solo un ejemplo, viene a decir (negando previamente que sea neoliberal), que la ayuda internacional podría ser más útil dedicándola a ofrecer divisas para los importadores como manera de dinamizar la economía (quizás así en frío suene duro, pero hay que leer sus argumentos).

 

¿Y qué ha pasado en estos ocho años? Pues poco puedo aportar, ya me gustaría a mí tener el tiempo y las capacidades para desarrollar todos los análisis que desarrolla Collier. Aunque creo que las cuatro trampas de las que habla siguen estando vigentes. Pero también se han producido cambios: los países africanos del club de la miseria crecieron en estos años a tasa mucho mayores que en el pasado, algunos han iniciado una ligera diversificación, también la gobernanza ha mejorado, hay presidentes más válidos y comprometidos con los servicios públicos, se dispone de técnicos con mayores capacidades; y con respecto a la democracia, quizás los controles de una prensa libre movida por jóvenes en las redes sociales esté generando su efecto. También han pasado otras muchas cosas: la crisis internacional (que empezó el mismo año en que se publicó este ensayo), las primaveras árabes, el yihadismo, la guerra de Libia, la de Siria, las inestabilidades en el Sahel y la mayor presión migratoria en Europa. Y el aumento de la población, ahora somos 7,5 mil millones, el mayor crecimiento en África, que duplicará su población en 2050, países con más población, mayor capacidad para salir adelante.

 

Me sigue quedando en la mente el dato que aporta sobre el tiempo en que se tarda en dejar de ser un Estado fallido, 59 años. No sé si ahora han variado las condiciones y si esos plazos que resultan de sus análisis siguen vigentes, pero cuando eso ocurra, muchos de esos países seguirán siendo nuestros vecinos. La vida sigue más allá de nosotros…
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