Preguntas que me provoca Salvar el fuego, de Guillermo Arriaga

  • Si yo tuviese oportunidad de conversar con Guillermo Arriaga sobre su novela Salvar el fuego le preguntaría si la primera cita que introduce la novela : “Al fin y al cabo, en las sociedades burocratizadas y aburguesadas, es adulto quien se conforma con vivir menos para no tener que morir tanto. Empero el secreto de la juventud es este: vida quiere decir arriesgarse a la muerte; y furia de vivir quiere decir vivir la dificultad”, es una reflexión que hace propia, y si es la clave que motiva e impulsa  a sus personajes.
  • Si yo tuviese la oportunidad de conversar con Guillermo Arriaga sobre su novela le preguntaría que dónde cree que se sitúan sus lectores al leer la historia de Marina. Si son más del tipo de “los que tienen la mentalidad de funcionario: un sueldo mensual seguro, los días organizados hora por hora, despertar al lado del mismo hombre. Una vida predecible donde la energía no se malgasta intentando descifrar lo que depara el mañana”. O si por el contrario son más los que tienen “una parte indómita que se rebela y pese a contrariar nuestra razón nos precipitamos hacia lo desconocido. El sentido común nos dice que nos detengamos, imposible, por dentro nos late el pálpito de la adrenalina”. Es decir, si cree que son más los lectores que no comprenden a Marina que los que la comprenden.
  • Si yo tuviese la oportunidad de conversar con Guillermo Arriaga le preguntaría si es posible vivir en un país donde sucede esto: “No había juez que soportara recibir la cabeza decapitada de uno de sus empleados en una hielera entre una docena de cervezas, ¿qué onda magistrado? ¿nos va a hacer el favorcito de soltar a nuestro compa o le seguimos mandando regalitos?”
  • Le preguntaría que en el México que retrata, ¿de dónde proviene esa violencia tan brutal, tan pavorosa, tan feroz, tan espeluznante, tan inentendible para las mentes europeizadas? Si cree que hay alguna explicación para eso, algún origen.
  • Le preguntaría si no jode mucho, pero mucho, lo que se dice en algún momento de la novela: “Qué inútil matazón, galones de sangre derramada para que unos spring breakers en Wisconsin o Nebraska se dieran pasones de coca y se pusiesen turulatos con la mota. Risas y risas los pinches escuincles gringos y de este lado puro valle de lágrimas. Deberían darle una escoba y un recogedor para que vinieran a levantar el tiradero de cadáveres”.
  • Le preguntaría que de dónde proviene ese lenguaje que utiliza en la novela, ese lenguaje tan brutal, tan único, tan rico, tan extraordinario, y le preguntaría si los propios mexicanos son capaces de entender todas esas palabras y expresiones que nos cuesta entender a nosotros, gachupines y/o españoles.
  • Le preguntaría por la cultura, la idiosincrasia o la subjetiva u objetiva realidad que lleva a un padre a llamar a sus hijos José Cuauhtémoc y Francisco Cuitlahuac. José y Francisco frente a Cuauthémoc y Cuitlahuac, los dos últimos reyes mexicas que se opusieron a Cortés, a los españoles, a los invasores. Le preguntaría que cuál es la causa y la consecuencia de esa decisión, de si esos nombres son nombres compatibles o te encaminan, desde tu nacimiento, a una vida contradictoria.
  • Le preguntaría si las sociedades en las que convive una sola raza, o mayoritariamente una raza, serían sociedades menos complejas que otras en donde conviven razas distintas; y también le preguntaría que en cuál de ellas preferiría vivir y por qué.
  • Le preguntaría si España debe de pedir perdón a México sobre lo ocurrido en la conquista. Y también le preguntaría si podemos juzgar los hechos que sucedieron entonces con la mirada que hemos llegado a construir en el siglo XXI.
  • Le preguntaría por la desigualdad, por ese país de los que viven con miedo y los que viven con rabia: “Ustedes burgueses son los que tienen miedo. Miedo a perder sus joyas, sus relojes caros, sus celulares. Miedo a que violen a sus hijas. Miedo a que secuestren a sus hijos. Miedo a que los maten. Viven presos del miedo. Encerrados en sus autos blindados, sus restaurantes, sus antros, sus estúpidos centros comerciales. Atrincherados. Aterrados. Nosotros vivimos con rabia. Siempre con Rabia. Nada poseemos. Nuestras hijas nacen violadas. Nuestros hijos secuestrados. Nacemos sin vida, sin futuro, sin nada. Pero somos libres porque no tenemos miedo”. Le preguntaría si en México hay más gente que tiene miedo o más gente que tiene rabia.

Si yo tuviese la oportunidad de conversar con Guillermo Arriaga sobre su novela Salvar el fuego le haría esas diez preguntas porque las novelas que me atrapan, que me interesan, que me incomodan, son las que me obligan a plantearme preguntas, muchas más incluso que esas diez que he enunciado.


Y si te interesa, aquí la reseña que escribí en su día sobre la película Babel


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